Escribo para definirme, escribo porque puedo, y porque aprendí a sentir.
Estoy en la puerta de una casa de sepelios sentada en las escaleras de la entrada, frente a una avenida ancha y muy larga que casi llega al infinito, en un barrio raro, que no conozco ni se cual es, desconocido, pero nuevo para mi lenguaje. Tengo un ipod y escucho a Bjork, Bjork me hace sentir que tengo alas y que puedo volar, y de echo quiero salir volando en este preciso momentos.
La gente me mira porque estoy sentada escribiendo en un precario papel en la puerta de la funeraria, no escucho nada, solo veo como se desbordan con sus autos en la calle, todos desesperados matándose de prisa.
Mientras muy tranquila espero a la monja que no llega.
A la monja la conocí una vez, pero ya no me acuerdo de su cara.
Mientras hago todo esto lo extraño, todo el tiempo lo extraño y hace un rato me desperté con el mirando sus ojos de miel que me hunden en su mas profundo mar.
La gente sigue mirándome y de prisa, la calle parece un estudio de televisión todos apurados pero no saben ni a donde van. El señor dueño de la casa fúnebre sale y me hace un chiste, me pregunta si quiero comprar un nuevo ataúd, dice ser el mas moderno que sale algo así como veinte mil pesos, le respondo que prefiero que me entierren sin cajón, o que me cremen y tiren al mar .
Mientras adentro filman una película.
sábado, 15 de noviembre de 2008
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